ELGUETA VERGARA, EDSON
En la década de 70, Japón vio nacer a uno de los artistas más icónicos del mundo de la animación; el director Osamu Dezaki. En las precarias condiciones industriales de la época, Dezaki tomó las técnicas del cine clásico para hacer de sus trabajos de animación, obras de arte capaces de transmitir las mismas emociones que el séptimo arte. Series de animé como Ashita no Joe, Versailles no Bara y Cobra, son el reflejo del estilo artístico que marcaría a toda una generación, e inspiraría al arte que vendría más adelante.
Pero no todo lo que brilla es oro, puesto que este delicado trabajo se realizó bajo las presiones y abusos empresariales que caracterizaron a la época, conviertiendo a la manifestación artística en producto comercial, y a este, en el verdugo del artista.
¿Cómo se entiende esta situación desde la filosofía materialista? ¿Qué rol juegan el capitalismo y la estética cinematográfica en estas creaciones? ¿Qué diría Marx sobre la creciente industrialización del animé? Descúbrelo en estas páginas.