MONEDERO FERNÁNDEZ, JUAN CARLOS
Preámbulo. No regales ninguna derrota1. ¡Dios bendito! ¡Qué hostia nos hemos pegado! Aquel invierno de 2020 2. Campos de concentración sin nazis: intentar organizar el desconcierto del coronavirus3. ¿Qué hacer cuando las cartas al director son ahora virus y fake news?4. Intentar dibujar las constelaciones con ayuda de Maquiavelo5. Carta de un sanitario del servicio de urgencias de la ciudad de Madrid (España)6. Gaia, al final, claro que existe7. Resiliencia y apocalipsis: no se llenaron las iglesias, se llenó Netflix8. ¿Qué hace el coronavirus con la frustración de las clases medias?9. Los pacientes cero del coronavirus: el mundo como mercancía9.1. Las crisis: un correveidile entre lo que hay, la conciencia hegemónica y los príncipes virtuosos9.2. Mercancías ficticias: el molino satánico del coronavirus9.3. La ciencia como mercancía9.4. La naturaleza como mercancía9.5. La salud como mercancía: negociar con la vida9.6. Los bienes comunes como mercancía9.7. El dinero como mercancía: la globalización neoliberal9.8. La mercantilización del multilateralismo9.9. El debilitamiento del sentido común9.10. Autoritarismo tecnológico por parte del Estado y de las empresas9.11. Conclusión sobre los pacientes cero: ¿será verdad que el paciente cero somos nosotros?10. Un cuento coreano que no es un cuento11. Cuando despertó, vio que el dinosaurio se había llevado todo el papel higiénico12. Un cuento sufí para los gorrones del coronavirus13. La cigarra mediterránea y la hormiga centroeuropea: un cuento políticamente incorrecto14. El coronavirus como encrucijada: una huelga general que silencia todas las huelgas, un lockout sin pistoleros, un shockque suspende las precauciones15. El lawfare de la covid-19: la hora de los leguleyos16. Acción y reacción: otra vez el shock y su doctrina17. El amor en los tiempos del cólera18. La covid-19 y la lucha de clases: con miedo, el coronavirus trabaja para la derecha19. Conclusión. Manifiesto poscovid-19, una alternativa democrática
Las crisis rompen la normalidad, abren los tarros de las esencias y también la caja de los truenos. Traen de regreso un aroma de muerte y de peligro, y activan nuestro cerebro más antiguo. Son momentos en los que volvemos a pedir ayuda y en los que organizar la ayuda mutua vuelve a ser una posibilidad. Son momentos de expresar obediencia a quien piensas que te puede salvar, y de trenzar con tus iguales solidaridades frente a la adversidad.Las crisis son el momento de la comunidad, del grupo, del colectivo, del Estado. Con sus peligros y sus oportunidades. El Estado no es algo con conciencia propia, un ente con una lógica aislada de su entorno. Es una relación social cuyo significado se obtiene en virtud de lo que la sociedad haga con él. Depende de la ciudadanía, que quizá obedezca las órdenes sin rechistar o quizá recuerde que, en democracia, se manda obedeciendo. En tiempos de crisis, pueden chocar el Estado y el gobierno, los partidos pueden colaborar con el gobierno o empezar su asalto al poder. La sociedad puede organizarse para ayudar a los más necesitados o convocar caceroladas para debilitar al gobierno. El resultado depende de la correlación de fuerzas, y los Estados, llenos de sesgos y surcos trazados por la Historia, son más amigos de inercias que de innovaciones. Pero, no lo olvidemos, quien decide es la correlación de fuerzas. En tiempos de crisis se produce un cortocircuito en el Estado y para pilotar la nave no hay otra que activar la dirección manual. Por tanto, la pregunta ahora, que vienen tantas curvas, es: ¿nos ponemos todos, cada cual donde pueda y deba, a los mandos del barco?.