ODENT, MICHEL
Todos los episodios de la vida sexual humana pueden alcanzar un clímax, una cúspide. Es importante recordar que la palabra griega «clímax» originalmente significa «escalera». Toda escalera tiene un punto culminante. En este libro vamos a hablar de la cúspide de las escaleras. Empezaremos centrando nuestra atención en tres situaciones concretas: el «reflejo de eyección del feto», los orgasmos genitales masculinos y femeninos y el «reflejo de eyección de la leche». Nuestro objetivo es ir más allá de la simple explicación del papel que juegan en nuestra vida estas situaciones culminantes, como el transporte del esperma hacia el óvulo en el momento de la concepción, la salida del bebé a través de las vías genitales maternas durante el parto o la eyección de la leche durante la lactancia. Veremos estas situaciones cumbre como intensas respuestas en todos los niveles del sistema nervioso y endocrino, como cambios en los niveles de consciencia, como posibles sendas para escapar momentáneamente de la realidad mundana de espacio y tiempo y, finalmente, como vías para alcanzar estados emocionales que podemos calificar de trascendentales. No dudaremos en utilizar la palabra «orgasmo». De esta forma haremos alusión a la investigación del pionero Wilhelm Reich, que tuvo la valentía de publicar el libro «La función del orgasmo» en el contexto científico de los años 40. En esa época, la palabra todavía era considerada tabú, aunque Aphra Behn primera escritora profesional inglesa introdujo el vocablo en su lengua en el año 1684 en su poema «The disappointment», en el que habla del estado emocional experimentado por una mujer después de un acto sexual en el que no consigue llegar al «orgasmo». Nuestro objetivo, de hecho, es reescribir «La función del orgasmo» en un nuevo contexto científico, lo cual nos llevará, inevitablemente, a ampliar el tema. Wilhelm Reich se centró en la sexualidad genital, aunque conocía también la existencia del trabajo de Helen Deutsch primera mujer que se graduó como médica en la Universidad de Viena y miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Helen Deutsch, que había dado a luz y amamantado a sus bebés, consideraba el acto sexual y el parto como dos fases de un mismo proceso separadas solamente por un determinado intervalo de tiempo: «De la misma forma que el primer acto contiene elementos del segundo, también el segundo está impregnado de los mecanismos de placer del primero. Creo incluso que el acto de dar a luz representa la culminación del placer sexual ». Es más, según sus palabras, amamantar es «un acto de disfrute sexual en el cual las glándulas mamarias intervienen como zonas erógenas» ( ) Estudiar las funciones de los orgasmos en la era de «la cientificación del amor» nos lleva inevitablemente a referirnos a los avances tecnológicos más recientes, que están convirtiendo a las «hormonas del amor» en algo inútil. Por ejemplo, la cesárea se ha convertido en una intervención más simple, rápida y segura de lo que había sido nunca antes. Más todavía, ahora tenemos a nuestra disposición sustitutos farmacológicos de las hormonas femeninas preprogramadas para ser liberadas durante el parto, y esos sustitutos son seguros y efectivos. Por todo ello, la humanidad se encuentra hoy en una situación sin precedentes. Hasta hace poco, a pesar de que todas las culturas hayan perturbado profundamente los procesos fisiológicos del nacimiento, la mujer tenía que liberar forzosamente un complejo cóctel de hormonas del amor para traer al mundo a un bebé. Hoy en día, el número de mujeres que da a luz contando sólo con sus propias hormonas naturales es ínfimo. En este momento clave de la historia de la humanidad, quien esté interesado en el futuro de nuestra especie debería preguntarse: ¿Durante cuánto tiempo podrá la especie humana sobrevivir sin Amor?.