AA.VV
El 8 de mayo de 2018, un grupo de vecinos del barrio de Saint-Barthélémy, en la ciudad de Marsella, se concentra frente a las instalaciones de un local de McDonald's. La protesta no clama, como cabría imaginar, contra el modelo imperialista de consumo masivo o el desequilibrio nutricional del fast food. La gente se manifiesta por el cierre del restaurante y la orfandad en que su desmantelamiento deja al barrio. Porque sin darse cuenta, los habitantes del distrito han convertido los escasos metros del local en el centro social y cultural de la zona; un lugar de reunión en un gueto desamparado por las autoridades locales.
Si la excentricidad de la anécdota ya hace replantearse muchos de los preceptos que comúnmente asociamos a un establecimiento de estas características, la historia de la inusual protesta es también una invitación para cuestionar las nociones contemporáneas de la gestión cultural: ¿se manifestaría un grupo de vecinos y vecinas a favor de alguno de nuestros proyectos? O mejor aún: ¿qué hace que un proyecto cultural diseñado desde de la administración no consiga vertebrar el tejido local y, en cambio, un espacio ajeno a toda pauta de dinamización logre por sí solo construir y fomentar la comunidad?
El camino para resolver dichas preguntas está guiado por las voces de una decena de agentes culturales, recogidas a lo largo de estas páginas. Colectivos, activistas, artistas y gestores que están generando acciones a favor de la activación de la cultura local. Iniciativas que trabajan para empoderar a la ciudadanía, dinamizar procesos de aprendizaje y pensamiento crítico y, en general, ofrecer alternativas para el acceso al capital cultural.