CANDIA CARES, RICARDO
Publicar un diccionario de Coa es pertinente si se considera que el país vive una verdadera epidemia de graves hechos delictuales.
Hay nuevos tipos de crímenes que han evolucionado según va cambiando la sociedad y según la dejadez del Estado y los órganos llamados a prevenir, combatir y sancionar el delito. Los delincuentes tienen la capacidad para darse cuenta de esos vacíos en el actuar de la policía y el sistema judicial, y se adecúan. La delincuencia anda más rápido que las policías y los tribunales.
Y eso se nota en el Coa, su lenguaje.
Los ladrones chilenos han actualizado sus formas y técnicas para apropiarse de lo ajeno y para identificar aquello que trae muchas más ganancias y con el menor riesgo. La irrupción masiva de adolescentes, niños en algunos casos, en graves hechos de violencia y crimen, nuevos tipos de robos, el uso generalizado de armas de fuego, asaltos planificados y en algunos casos masivos y el uso de las redes sociales como herramienta útil para esos efectos, hablan de un cambio en la conducta delictual.
Y en ese escenario ya no es el canero viejo, el vivo de antaño, el que aporta con su creatividad al lenguaje de la delincuencia: hoy es el muchacho que apenas se encumbra sobre los quince años y ya trabaja en la calle: el choro de menores. Y para el efecto, cuenta con una herramienta jamás vista: la Internet y las redes sociales. Si el lenguaje de los ladrones es por definición esencialmente variable, en el último tiempo la rapidez con la que cambian las expresiones de ese lenguaje es la más veloz de la historia.
De eso trata este diccionario. Este, el tercero del autor intenta demostrar el cambio sufrido por esta jerga que rápidamente se ajustó a la nueva realidad de las comunicaciones.